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Itinerario 6: de Riano a Ghirla (Estrategias de guerra y vida cotidiana a principios del S. XX)

El sexto itinerario parte de las trincheras de Riano. Es importante notar el conducto abierto en la piedra por las baterías de ametralladora y estudiado para permitir el paso de las cintas cargadas de municiones. Interesantes también los boquetes, abiertos en las paredes para permitir los disparos de fusil. La batería está equipada con doble entrada, para facilitar los movimientos de los soldados. La ojiva de entrada está decorada con falsos sillares que simulan una bóveda en el cemento, proponiendo una insólita licencia Liberty. La trinchera está formada por nichos que ofrecen reparo a heridos o centinelas, canaletas para recoger el agua de lluvia y evitar la erosión del pavimento, muros de fortificación y escalerillas para el contraataque. La trayectoria viene continuamente interrumpida para reducir las ráfagas de tiro enemigo y los efectos de los cambios de aire debidos a un eventual bombardeo.

En las proximidades de la trinchera hay una torre de avistamiento con tres pisos. No es casualidad que, tanto aquí como en otros lugares, la fortificación militar coincida con las antiguas posiciones de caza: efectivamente, ambas necesitaban una buena visual.

Prosiguiendo hacia Bedero se emboca por la izquierda la carretera hacia el Monte Scerrè, donde dos hendiduras, correspondientes a otras tantas baterías de ametralladora, perforan la montaña para tener bajo control la estación de Ghirla y el cruce que desde Ghirla conduce a Luino y a Ponte Tresa.

Entre las baterías de ametralladora fue construido un puentecillo, para no bloquear el antiguo camino de los campesinos que desde Ghirla llevaba hasta las zonas de pastoreo en alta cuota. Al lado de la trinchera, efectivamente, se conservan todavía garitas para mantener el queso al fresco, graneros y establos.
Bajando se llega al gueto, la parte habitada más antigua de Ghirla, lugar de concentración de las torres, las casas de los pescadores y las de los leñadores. En las proximidades se conserva todavía el martinete del siglo XVII, donde la rueda movida por la corriente del torrente Margorabbia ponía en funcionamiento el martillo que forjaba las mascalcie (las herraduras de los animales de tiro), las herramientas de hierro con que se trabajaba la tierra e, incluso, el badajo de las campanas.